Me asombra ver como su falta de recursos lingüísticos le
llevan a hacer de una cosa de tanta trascendencia histórica y evolutiva como es
la “heterogeneidad social” un concepto burgués, que se limita a compararse como
mujer, sólo con el elemento más a la mano que tiene, el hombre. No querida
ministra, las mujeres no queremos ser hombres, y las que quieren serlo ya
tienen a su mano una operación mágica que consigue que sean felices y se
identifiquen con el género que sienten en su interior; por cierto, muy
criticada y vilipendiada por su opción política.
La heterogeneidad social respecto a la mujer va mucho más
allá, va a que los organismos ejecutivos se hagan cargo de que todos los
derechos en la mujer son iguales, pero no se debe de unificar a criterio de “o
a todas, o a ninguna” porque evidentemente las necesidades, económicas,
sanitarias, de trabajo, de educación… de todas las mujeres no son las mismas,
aunque si tienen que ver con su evolución social como ente único, el género femenino.
Usted, a la que veo algo acomodada y falta de visión social,
le explicaría que no es lo mismo vivir en una casa con un nivel económico
estable y acomodado, y vivir en el pueblo más perdido de la tierra, ayudando a
tus padres a cuidar el campo y estudiar una carrera de matemáticas; no, no es
lo mismo. Tampoco es lo mismo, dotar a una mujer separada por maltrato físico
con cuatro hijos de sanidad gratuita, sobre todo en temas de infancia; que
dotar a una mujer que trabaja junto a usted, tiene tres pisos en Madrid y
encima cobra dietas de alojamiento; eso evidentemente no es lo mismo y así
podríamos seguir, pero para no alargarnos, concluiré.
Aquí en España, se tiene un sentido antiguo y retrogrado de
cuadricula reticular equilibrada de dos por dos -un sentido anticuado y romano
de ciudadanía- que no sé si usted es capaz de constatar nunca son cuatro.
Nuestra sociedad, sigue entrando por el ojo estrecho de una aguja imposible, de
“todos a una como en Fuenteovejuna”; pero solo para la boca ancha; para la boca
estrecha, entonces queremos ser iguales,
pero no queremos ser hombres – perdone señora Cospedal que me ría – no somos iguales,
nuestra homogeneidad se limita al que somos féminas, todas, no me haga entrar
en la evidencia nada sutil de que todas tenemos dos tetas, y un órgano femenino
que nos define como tal. Nuestra heterogeneidad de ente vivo, orgulloso de sus
diferencias, sobreviviente de sus limitaciones impuestas o no, nuestra mezcla
define una figura interminable, e infinita de puntos independientes y únicos,
originales. Para constatarlo sólo tiene usted que pararse a observar el dibujo
que hace los bordes infinitos de cualquiera de las manifestaciones que su gobierno
se niega a escuchar; sigan así, van a saber lo que es la heterogeneidad de
criterio; tristemente algún día, quizás no tan lejano.
A todo esto y mucho más, le diría señora, que lea, lea un
poco, gaste un poco de su escaso tiempo en aumentar su vocabulario y sobre todo
lea acerca de la humanidad, la sociedad, la mujer. Leer le ayudará a estar
relajada y a no meter tanto la pata cuando quiere parecer culta, porque es una
triste pena, que usted que lo ha tenido todo, no haya aprovechado ese tener,
para ser. Cuantas, si hubiesen tenido sus mismas posibilidades no hubiesen
desaprovechado ni media gota de saber, y hubieran defendido con dignidad su
cargo. Y permítame que le diga que hoy más que nunca estoy orgullosa de ser
mujer, de preservar mi heterogeneidad
social, y de por supuesto no parecerme a usted.