Subir
hasta tus piedras, sentir el fresco en mi cara,
frio
marítimo en la mañana
Mientras,
se despereza el cielo azul,
el
celeste, cobra vida
El
cielo, la luz, los olores, todo es distinto,
y
son distintos el día y la noche
Lo
sabores, la dicha
Huele
el aire a alga seca,
a
salitre, a atún de almadraba
Y
se mezcla el cielo con la montaña
Y
las nubes bajan hasta nuestros pies
Juguetean
las curvas con el coche
Siguen
con sinuosidad el ritmo imposible de la
música
Mozart,
Wagner, Beibegder
Una
vez acomodada en tus arenas,
me
gusta contemplar el horizonte
Pensar
que soy una turista privilegiada, allí, perdida,
que
descansa en tu imposible talud de ensueño
Huele
el mar a viento fresco
A
pizza recién horneada, a queso
Disuelvo
en mi boca tu azúcar gruesa,
mientras
me dejo seducir por un café
Sabe
la tarde a tomillo marino,
a
geranio reventando en las ventanas
Juega
la luz con los tejados
Aparecen
sombras que pintan princesas en una torre olvidada
Se
pone el sol sin tregua
El
deber del guerrero: regresar a casa
El
deber, siempre el deber
Le
robo una hora más al día
Me
regodeo en la silla escuchando la mar,
inspiro
una bocanada aún de aire fresco
Mil
gaviotas rebuscan en tu orilla,
me
levanto perezosa ya sin luz del día
El
frio que se hace intenso, me echa de tu lado
Meto
en el coche tu recuerdo,
tu
sabor, tu calma
Regreso
contorneando tus curvas,
mientras
escucho a Mozart, a Wagner, a Beigbeder