miércoles, 9 de agosto de 2017

Reventar de vida- Poesía de una noche de verano

Hoy no es la noche la que subraya los sentidos.
No es la luna creciente que cose el borde de los vestidos a la cama y al sueño de la desesperanza.
No es el canto de el grillo, febril krikri de las oscuras tragedias amorosas.
Hoy es el sol del medio día, la vida que estalla por los rincones del miedo.
La luz insistente de el marco de un retrato de vida.
El amor da saltos de alegría y estalla en burbujas por todo el firmamento.
No hay bruma gris para este día de luna a medias.
Solo un silencio de ruidos me acuna esta noche que revienta de vida.



La cazadora de versos y el genio de la estrellas- Cuentos para mujeres crédulas



     Había una estrella que había llegado a lo más alto del firmamento, era una estrella inmensa y ella juraba que nunca había querido ser tan grande, de hecho estuvo escondida mucho tiempo aunque nadie entendió que quisiera esconder su luz. Un día decidió bajar a la vida de los hombres que vivían como peces. De entre ellos eligió a algunos al azar y entre ellos había una modesta cazadora de versos. 

      Ella estaba distraída con su red cazaversos asomada al mundo de los hombres que vivían como peces y disertaba sobre si ella misma era un pez, se tropezó con el hombre de las estrellas y como era muy educada le saludó. Al cabo de un rato él también le saludó y le dijo que si quería algo, ella sabía que a los genios hay que pedirles tres deseos pero ella nunca había deseado un genio en su vida y pensó que era mejor darle un consejo al genio de la estrella que pedirle algo personal. Él le explicó que se tenía que ir, ella lo entendió, las estrellas se ahogan entre los hombres-peces, se apaga su luz y se merman. Por fin ella le pidió un consejo, él le ofreció lo que tenía, era una pequeña varita mágica que sólo funcionaba si la agitaba en la dirección exacta. 

     Ella que nunca se había creído un hada observó un rato la varita , cuando levantó la mirada el hombre-estrella brillaba de nuevo en el firmamento y ella solo tenía una pequeña ramita de árbol sobre su regazo. Miró sonriendo al mundo de los hombres-peces, entendió que ellos tenían demasiado miedo de mirar el firmamento como para ver ninguna estrella, cogió su cazaversos y siguió disertando sobre su propia existencia de pez que había quedado perdida allí en el lago del ojo de cristal. Aquella noche se deslizaba suavemente por la superficie y una varita mágica le brillaba entre los dedos.


Cazando imágenes de mariposas