No quiero posicionarme, aunque se que hay un mundo más victima y otro más privilegiado en todas las guerras. Solo quiero de una forma insistente, utópica e infantil, casi a golpe de lagrimas y rabietas que acabe esta guerra. Antes quise que se acabara la de Siria, y temo todos los días que salte un chispa en Egipto, y me guardo callada el temor de que Grecia estalle en pedazos y así mismo que Ucrania y Rusia se corran como un cáncer por el mundo entero.
No me gustan las guerras, aunque no sea ninguna novedad, ¿ a quién le gustan? No quiero ver fotos de niños quemados, heridos, destrozados, muertos. No quiero ver, no me hace falta verlo. Se que las guerras destrozan las casas, las vidas, las familias, los pueblos, sus identidades. Repito de forma insistente "estar en guerra no es nada moderno"
Tengo una amiga que fue victima de un atentado en Israel. Iba a subir a un autobús con su amiga, y permanecía riendo y charlando en el primer escalón para subir mientras su amiga accedía al interior del vehículo después de pagar el billete. De momento el mundo estalló, su cuerpo abrazado por las llamas salió volando no sabe aún cuántos metros. Todo le dio vueltas en la cabeza. de momento se hizo el vacío, no oía, no podía controlar nada. Sólo sentía que se quemaba en las mismas llamas del infierno,estaba desnuda de ropa, por dentro también, veía gente desconocida que se le acercaba y luces, muchas luces. Cuando por fin fue consciente de lo que pasaba a su alrededor, aún si oír, pudo saber que su amiga murió abrazada dentro del autobús.Y ahí acabó su historia. Su decisión irse de Israel a un lugar más seguro. Lleva un periplo de lugares de vida a sus espaldas, tenía diecisiete años, ahora es una hermosa mujer de cuarenta y cinco años. La mitad de su cuerpo cubierto de una llaga incurable, le recuerda todos los días de dónde ha venido y cual es su origen. Fue victima de un atentado injusto, donde murieron muchos inocentes, ella tambien podía haber muerto, se salvó por muy poco . Ella es judía. Sus padres llegaron a Israel huyendo del genocidio nazi. Su pasado está lleno de opresión, de injusticias de muerte.
Si hablas con ella, te sorprende su paz interior. Ya no tiene tiempo ni ganas, ni fuerza para odiar, para recordar. Sólo pide vivir, sobrevivir en paz. No intenta convencer a nadie de lo que es, y pocas veces, prácticamente ninguna vez, hace referencia a su pasado. La cicatriz que le aparece por el lateral del cuello le delata y se ve forzada a veces a justificarla. Habla sin rencor de ella, como si fuera una anécdota más de su pasado.Como si en verdad, nunca hubiese dolido, como estoy segura, todavía duele a solas delante del espejo.
Me asombran las personas que relatan situaciones de guerra, ataques indiscriminados, éxodos obligados, encierros, que han desmembrado su familia. El tiempo hace que las terribles historias formen parte de una forma más o menos idealizada parte de la historia familiar. Tanto el opresor como el oprimido tienen su historia propia, su idealización propia, su forma de expresar el dolor, ya abandonado en el camino del tiempo, a su modo. El oprimido narra la incoherencia "...y estábamos tranquilos en casa, una noche, cenando y llegaron... , y entraron con las metralletas..." y el opresor narra la injustificable justificación del acto " ... ellos protegían al enemigo, le daban de comer, les dejaban dormir en sus casas y así cogían fuerzas. Estábamos obligados a debilitar al enemigo, era una orden. Era la única opción...Eran o ellos o nosotros.."
La razón no está departe de nadie. En esas historias simplemente no hay razón, ni coherencia, ni explicación. Sólo hay dolor omitido, solo hay una historia que avergüenza a ambos bandos. A unos por oprimir, a otros por dejarse. Que sinsentido. Me gustaría conocer a alguien algún día, aunque sea en una de mis futuras vidas, que no tenga en sus espaldas ninguna historia de guerra.