domingo, 2 de marzo de 2014

Los servicios de "La Marina" (historias recónditas del Carnaval de Cádiz)



                                                                        


Hay una cola esperando para entrar al baño de la Marina, bar "mástípiconolohay" de la ciudad de Cádiz, situado en el centro de la ciudad es el más ansiado por su estupenda situación estratégica en los carnavales. La cola de espera da la vuelta a la esquina y un guarda jurado va dando el paso alterno a mujeres y a hombres. Es verdad que ir a la cola de estos baños es todo un reto a la paciencia, la gente que ha ingerido dos o tres copitas de más, suele montar las escenas más variopintas mientras esperas. Por ejemplo, hoy.
El guarda jurado da la entrada hasta un pasillo de apenas un metro de ancho donde desfilan delante de las puertas de los servicios unas veinte personas. 
La señora que los limpia, entradita en edad, es la misma de siempre, mujer que conozco sólo de esta situación que se me repite todos los años y a la que nunca me ha dado por pregúntarle el nombre, luce un hermoso y volanteado delantal blanco blanquísimo con dos grandes bolsillos. Se esmera en su trabajo, mantiene los baños limpios como una patena y ayuda a un imposible orden en la cola que origina unas fiestas embadurnadas de alcohol.
Ya en la recta final, después de media hora de espera, aún quedan unos veinte minutos más, como siempre la cola de los hombres aligera mientras que las mujeres aprovechamos para quitarnos las ganas de hacer pis, charlando, y riendo, alborotando, a  nuestra manera, en los carnavales, la mayoría, con ganas de fiesta. Delante mía dos muchachas de Orihuela, recitamos a Miguel Hernandez " En Orihuela, su pueblo...y el vuestro ( el nuestro) se me ha muerto como del rayo, Ramón Sigé con quien tanto quería....", un poco más adelante una chica con una cara guapísima dice no aguantar el pipí, no puede más y baila contoneándose ocupando todo el metro de ancho, el culo le bambolea de lado a lado, intentando retener el líquido amarillo que amenaza con salir. Entra un caballero con bigote después de darle la señora del delantal la entrada. Detrás mía, una muchacha enguye su almuerzo a escondidas y encogida de dentro de una fiambrera. Llegan dos señores, uno se pone a protestar de lo mala que somos las mujeres, el otro, más joven se ríe de él. Nosotras le escuchamos y dejamos de recitar  la elegía. El señor sigue enarbolando su discurso misógino, le ofrezco un klinex, se excusa , él tiene uno y se pone a llorar, cosa que le queda algo ridículo pues pesa como ciento sesenta kilos. Se excusa, dice que semejante verborrea se la provoca  la próstata. La limpiadora les pide avanzar, entre todas le hacemos paso y se dirige hasta adentro, se apaga la luz con la presión, la encendemos, no ha pasado nada. Bueno me equivoco, se ha colado una barrica de alcohol disfrazada de mujer. La señora del delantal le dice que no se puede colar que hay mucha gente esperando. Ella esgrime su copa, la mujer-barrica, le chulea diciendo que ella entra donde y cuando le da la gana, la gente protestamos, es para nada, la señora del delantal, le lee la cartilla, y se hace grande y enorme, no se sabe cómo, al fondo del pasillo, pues ésta apenas mide un metro cincuenta centímetros. La chica borracha, se le envalentona, a mi me coge despistada y le pregunto a la que intenta colarse que quién intenta colarse, me contesta "Yo" la miro, miro la copa, y le digo que tendrá que esperar como todo el mundo. La señora le vuelve a increpar, la borracha quiere ir a baño de hombres, los hombres dicen que tiene que esperar, yo le digo que aquel no es sitio para cambios de sexos, y que si lo va a hacer que se lo diga antes a sus padres, que es desagradable hacérselo allí en medio y que es bueno que alguien la acompañe, la colona me mira con cara rara, sólo ha escuchado la primera palabra con la tajada. Casi me toca entrar. Miro a la puerta con ansiedad, está dentro la chica meona que bailaba de lado a lado. De momento caemos en que el señor del bigote está dentro del baño de caballeros y aún no ha salido, la señora del delantal le aporrea la puerta, el hombre no contesta, uno, dos, tres,.... siete minutos, no sale, viene su mujer como un rayo, preguntándonos alterada por su marido, le señalamos la puerta, la aporrea, se explica, al hombre le dan cosas raras y se queda en "off" , el público en profunda expectación, algunos ya con el teléfono en la mano para llamar a asistencia,... el hombre está bien, sale en un segundo, respiramos. El hombre gordo resulta que es profesor de uno que ha entrado delante de él al baño, se reconocen, se aprecian, se dan un abrazo, parece ser que el único defecto que tiene es que cuando bebe se vuelve misógino, por lo demás son ciento sesenta de kilos de simpatía plena. Me toca, entro al baño, me abofetea el olor a lejía, el váter limpio, el lavabo limpio, hago pipí, escucho los chascarrillos y murmullos de otros veinte que esperan fuera, no miento, me recreo, me peino y me pinto los labios. Al salir le dejo a la señora dos euros por la limpieza, por el rato, y por la buena función que se celebra gracias a ella en ese pasillo todos los años. Señora del delantal blanco de la que no sé el nombre, ojalá dure usted mucho limpiando los baños de la Marina en carnavales, aunque creo señora que usted hubiese estado fantástica como la actriz principal de una obra de teatro.