domingo, 17 de agosto de 2014

Gata enredada


La gata empezó mirando con cara curiosa al esférico y atrayente ovillo. Decidida, se abalanzó sobre la inmóvil presa, jugueteó con el cabo suelto haciendo provocadores remolinos en el aire. Las patas atroces, inciertas, torpes sacaban de cada vez a puro manotazo más y más hilo de la madeja. Juguetona, despreocupada, enredada en su propia locura, intenta torpe liberar una pata, se le enreda el rabo y sus dos orejas se han perdido tras gruesos nudos de vigorosa y blanca lana. Se sacude la cara, no hace más que enredar de nuevo. La lana lucha por zafarse. Monta algarabía de nudos y contra nudos al mejor de los estilos marineros. Lamenta el físico encuentro. La gata enredada va hacia adelante, hacía detrás ¿recuerdas? No valora el presente. Se siente incomprendida. Maúlla a la desesperada. No la oye nadie. Se acurruca agotada en el suelo, sola, enredada. Maúlla lastimera. Le sujeta el hocico una condena de lana y tramoya inventada.