El
mundo no parecía tan grande desde aquel lugar, podía distinguir los colores
verdes y tierra de los paisajes del exterior, casi oler las flores y los frutos que colgaban
de las grandes plantaciones de árboles frutales. La ventanilla emitía un sonido repetitivo
como la campanilla de algún móvil
colgante, le recordaba a alguna música conocida. Una extraña corriente pasó por
su vera, la piel se le erizó, se rebulló en el asiento, se tapó con la
confortable mantita de viaje, la corriente volvió a pasar por su lado. Se iba
acostumbrando poco a poco a identificar cada nueva sensación, desde el
accidente todo había cambiado, había cambiado el entorno, los amigos, la casa y
ahora el lugar donde vivir también cambiaba. Asumía como un reto ese nuevo
mundo que desde la oscuridad de sus ojos ya sin vida tenía que descubrir.
Identificaba cada olor, cada color que se escondía en los recuerdos de su
mente, cada forma, algunas caprichosas y cambiantes en las imágenes que
dibujaba en su cerebro. Lo único que no identificaba, a solas en el asiento del
tren, era la corriente caprichosa que a ratos pasaba a su lado recordándole el
aroma de un perfume conocido.
La lista de mis libros leídos me hace recordar, que la cultura y el manejo de la palabra solo se ven si escribes. Durante un largo periodo de mi vida, mientras mis amigas compraban chucherías, fruslerías y plata y oro, yo compraba libros que leía mendigándole horas al día y a la noche. Ahora se para qué serviría en un futuro el tesoro que yo guardaba tan celosamente. Mis libros,mis letras, mi tesoro.
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