miércoles, 26 de febrero de 2014

Cuando las manos vuelan, las guitarras cantan ( poema de dolor por la viudez de una guitarra)



Cuando las manos vuelan, las guitarras cantan
rozan las notas vibrantes con su alas
rasgan el espacio con su magia
Vuelan las manos al son del bordón,
despega la prima como un avión
suena el quejío en lá menor
Desgarra el ambiente un sí bemol
Las manos vuelan buscando el son,
sueña la guitarra con un cantaor
Noches de ensueño escuchando el candor
de una guitarra flamenca que ha perdido a su tocaor
Llora la guitarra sola

sábado, 22 de febrero de 2014

Cosas de letras - Cuento para la integración social


Las letras del alfabeto estaban todas alborotadas en el dormitorio. Hoy no había nada de sueño, todas reían, peleaban y jugaban. ¡ Mamá, mamá, la "ñ" se ha quitado el sombrerito y quiere ser como yo!!! ¡Mamá, la "O" hoy no se acuesta en mi cama!!¡Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaa!. Todas hablaban a la vez, todas discutían, reían, eran veintisiete exactamente, todas alborotadas. La mamá entró hecha una furia, enfadada y cansada les pidió antes que nada,silencio ¿Qué pasa aquí hoy? ¿ Es fiesta? Las letras callaron un poco, no les gustaba verla enfadada. La "ñ" muy disimuladamente se colocó el sombrerito. La mamá le sonrió, entonces la "z" con su ceceo acusado empezó a explicar: "Mamá hay unaz letraz nuevaz en la claze y zon muy raraz" La mamá la miró extrañada , habló la "M" muy seria como correspondía a su situación de hermana mayor "Son unas letras árabes, y actúan de forma muy rara" La madre mandó dormir y al otro día se dispuso a llevar a sus letras al colegio como cada día.
Una vez en el colegio, y cada letrita en su clase, pidió ver al director "Señor director, cuando yo metí a mis letras en este colegio usted me dijo que aquí se movían los mejores alfabetos latinos, que este colegio era la creme de la creme de las letras y puedo ver que ahora no es así" la madre estaba ciertamente indignada. El director algo torpe, no sabía a qué se refería aquella indignada señorona "Mire usted señora, cuando yo le dije aquello le puedo asegurar que era totalmente cierto, estaba usted ante la puerta misma de la sabiduría literaria, sus letras podrían alcanzar un alto estatus literario solamente en nuestro centro, porque sin duda es el mejor y dónde se alternan los mejores alfabetos del mundo ". La señora no cabía en sí de indignación " ¡Pero, pero qué desfachatez! ¿me toma usted acaso por tonta? ¿cree usted que me puede engañar de esta forma tan boba? ¿Creía acaso que mis pequeñas letras no me contarían que aquí en este centro hay un alfabeto árabe, un alifato vulgar y maloliente?" El señor director miro a la señora primero con enfado, luego con asombro, y más tarde con pena. Se tranquilizó y se dirigió a ella con una voz pausada " Señora, sin duda, está usted muy mal informada. En este centro tal y como le digo están los mejores alfabetos del mundo" La señora indignada volvió a contestar "¿ Los mejores son acaso una patulea de letras anudadas y coronadas de sombreritos extraños? ¡Já! " El señor se volvió a dirigir a ella esgrimiendo una santa y eterna paciencia " Señora mia, tenga usted a bien en pensar lo que dice. En este centro sólo se dá cobijo a los mejores alfabetos del mundo y puedo asegurarle que está usted siendo terriblemente injusta con estas letras árabes que usted vilipendia por desconocimiento, yo le enseñaré un texto maravilloso de esas letras que usted desconoce. Hágame usted el favor de venir mañana y yo podré demostrarle lo que le digo" La señora aunque enfadada se dejó seducir por la propuesta, pues al fin y al cabo era una madre inteligente que le gustaba dar oportunidades, aunque sea todo dicho, con el "no" por delante. 
A la mañana siguiente la señora se presentó en el colegio bien peinada y aseada con sus letrillas mas tiesas que un pirulí, al fin y al cabo se jugaban su reputación de alfabeto castellano.
El director les hizo entrar al salón de actos y encendió la luz del escenario. Sobre el escenario empezaron a aparecer muy disciplinadas todas las letras del alifato, algo tímidas, y sin saber muy bien a qué venía aquello. El director esperó a que todas estuviesen bien dispuestas y una vez así lo percibió, les dio la orden: "Reciten como saben hacerlo" Entonces y con aquella luz, y en un silencio sepulcral, las letras se anudaban y se desanudaban mientras recitaban una hermosa poesía en árabe. La madre y sus letrillas se rebulleron algo azoradas en sus sillones, pero pronto se dejaron seducir por el soniquete de aquellas palabras que reverberaban como el sonido de un río en aquella sala y todo parecía mágico. Cuando acabaron, todos aplaudieron entusiasmados y la mamá se secó unas furtivas lagrimillas que cayeron de sus ojos. El director se dirigió a ella una vez fuera, y le preguntó " Señora ¿está usted satisfecha de lo que ha escuchado?" La mamá  se dio cuenta de que sus letrillas se habían mezclado con las otras y estaban jugando a corrillo. Miró algo azorada al director del centro y le dijo " Siento haberme comportado como una ignorante. Lo que han escuchado hoy mis oídos no son unas letras vulgares, pero mi desconocimiento ha hecho que yo así las juzgase, pídale perdón a la mamá de ese alifato de mi parte y dígale que sin entenderlas, nunca escuché palabras más bellas" la mujer se alejó del colegio no sin cierta vergüenza. 

lunes, 17 de febrero de 2014

Muros paralelos



                                                                           


Estoy en la zona de descanso- espera de un aeropuerto pequeño, hay bastante gente que se arremolina en las mesas o en los inconfortables sillones aquí y allá, se reparten como pequeños mundos en equilibrio en su equidistancia. Como siempre que tengo un minuto para pensar, la mente viaja hacía las últimas noticias, los acontecimientos cotidianos, en este caso viaja quizás presa de la tristeza por causa de la despedida hasta las vallas de Melilla, hasta la invisible línea mar adentro que demarca y separa las costas de Ceuta de las de África. Pienso en los seres humanos, en nuestro gusto por el encerrarnos, por coartarnos, por disminuirnos como ente global, por limitarnos como grupo. Me horrorizan más que las empalizadas y sus concertinas, los muros mentales, los muros emocionales que no nos dejan ser persona. Pienso en los náufragos, en la esperanza perdida, en el agua fría en el invierno, en el poder aniquilador de un mar terrible, de noche a veinticinco metros obligatorios de la costa; pienso en el intento desesperado de cruzar medio asfixiados esos imposible metros y me vuelve a la mente  los muros de la razón, a los muros que más me preocupan, los del corazón. La obsesión por el orden espacial, cada uno en su sitio y en su lugar.
Vuela caprichosa la mente hacía los guisantes de Mendel, aquella historia de los guisantes amarillos y verdes, me llama la atención que hasta que no pisé California en mi vida había visto un guisante amarillo, especialmente suaves para hacer purés, no como el pellejoso verde que nos venden aquí en nuestro país, pero fuertes y deliciosos para comer enteros y con jamón. Pienso en la equidistancia, pienso en el equilibrio, pienso en que a  mi alrededor sólo hay guisantes o verdes, o amarillos, No puedo observar gente a mi alrededor verde amarillenta o quizás con un suave tinte verdoso. Por supuesto es muy difícil ver una niña mulata. Pienso en la distancia, en la diferencia, en el miedo a lo desconocido, pienso una vez más en las concertinas, las manos heridas, en las peleas de familia, la distancia, siempre la solución es la distancia. Mantenemos el equilibrio a base de renuncias mentales y emocionales. Mantenemos el equilibrio conformando muros, como en Berlín, como en Israel, la Gran Muralla china era un muro infranqueable, si no nos gusta, erigimos un muro ante el reto de relacionarnos, de soportarnos por medio rato más.

Creamos entonces esa especie de red de personas rodeadas cada una de su muro más o menos alto, más o menos grueso, como defensa del “yo”. Todos más tarde o más temprano caemos en eso. Así veo yo a esos policías tirando pelotas de goma al mar, a los inmigrantes ilegales, ilegales porque ya estaban dentro de esos veinticinco metros que preservan nuestro mundo. Ellos tiraban pelotas de goma a esos hombres, a esos guisantes de otro color que estiman son inoportunos, tiraban pelotas de goma más allá de sus altos e insalvables muros emocionales, esos que te convierten en un terminator, en un cyborg, en un replicante, en esos entes rodeados de uno y hasta de varios muros altos e infranqueables que tanto le interesa al sistema, porque no sé si tenéis conocimiento del dicho , pero dividir es vencer, y al ser humano como ente unificado, como concepto de "Humanidad" así con mayúscula, se nos divide muy fácilmente.

sábado, 15 de febrero de 2014

La madrugada de los escritores


                                                 


Desde pequeña no puedo dormir bien, me paso las horas dando vueltas en la cama y peleándome con las almohadas. He probado de todo, me levanto, me tomo una tila, me siento en mi sillón preferido, escucho música tranquilita, leo, hago punto, crochet, voy al baño, leo acostada, vuelvo a las vueltas y revueltas, desespero a mi esposo, a mi perra y al gato del vecino. Entonces justo entonces en ese momento mi cabeza empieza a escribir, escribe en la nube que se posa delante, en el embozo de la sábana, me engancha las letras en el cabecero de forja, me encorajo, no me quiero levantar. He estado intentándolo hace un rato, posada delante del papel y no salía nada de nada. Las palabras obstinadas se enredan en mi pelo, valoro la idea, ¿es buena?. Dudo, no sé, mejor esperar un poco, voy al baño, vuelvo a la cama. Miro de reojillo todas las notas que se ven agolpando de forma invisible a mi alrededor. Entonces justo en ese momento me levanto.
Enciendo el ordenador, abro el facebook al que yo llamo cariñosamente "el chivato", esa acción  ya se ha hecho parte de la liturgia y los veo, allí están todos ellos. Una pila de escritores, todos con su lunarito verde y cada uno en su rincón, seguro, embarrados de letras y palabras hasta la médula. 
Pienso en mi infancia cuando venían todas esas palabras y las desechaba, y las escondía bajo la cama: historias de miedo, de fantasmas, de armarios mágicos entreabiertos, de niños que se perdían persiguiendo a la luna y como siempre de marcianos extraterrestres que producían la música extraña y metálica de la bahía, ruidos de los cercanos astilleros que a mi se me antojaban composiciones musicales del universo. Se lo conté a mi madre un día "mamá, cuando no puedo dormir se me vienen historias a la cabeza", mi madre sin más me compró un precioso diario con una tapa de piel de color verde y dorado que aún guardo como un tesoro. Hoy en día me sonrío cuando lo leo, reflexiones inocentes de una niña que no creía en el odio, y paginas de perfil de oro que reflejan todas las inseguridades de una chiquilla de aquella pronta edad. Entonces el noble arte de escribir me parecía tan lejano, tan imposible. Mis historias poco a poco se fueron enredando a base de madrugadas insomnes en mis sueños y aunque la meta a seguir se distanció, hoy he recuperado con renovada fuerza mi gran pasión. A día de hoy la niña ha crecido, y han crecido sus escritos y han aumentado las noches sin dormir. Con los años he descubierto que no es necesario escribir de noche, pero sí he descubierto que las letras buscan en mi cabeza el candor de la oscuridad y que muchas de esos textos se cuajan a esas horas donde el silencio corona la casa y la tranquilidad y la calma dejan paso a las ideas. Sé que no es fácil convivir con esta pasión, a ratos me llama el rincón cuando debería de descansar y otras veces cuando ha habido una bonita velada. Sé que me he vuelto egoísta, que ese rincón no lo cambio por nada. Ese pequeño lugar, mi habitación propia donde conservo los recuerdos, los libros más viejos, los pasajes de una vida en retazos de papel. El ordenador ha robado el lugar al bolígrafo, a la pluma. Aún así mi mesa sigue estando repleta de estos artilugios que no puedo dejar de usar a ratos, como una yonqui escribo en papel y en multitud de cuadernos que nunca acabo y que sé de forma positiva nunca voy a pasar a limpio. En ese cuarto minúsculo, tengo apenas dos estanterías blancas, una mesa coja, y la última adquisición, una mecedora de balanceo horizontal de segunda mano que a mi perra la trae loca, no se fía de ella, y a mi, me traen chocha las dos. Disfruto de ese cuarto, lo hago mio, como si fuera el último rincón del universo en el que poder ser yo, sin mascaras ni imposiciones sociales, ni obligaciones paralelas, ni otras muchas cosas que me distraen a diario de mi pasión. Ahora, una vez os cuento esto, vuelvo a mirar los puntitos verdes, sois unos pocos, seguro, disfrutando de lo mismo que yo.
A estas horas estarán trabajando los bomberos, los policías, las parteras, algunas empresas de limpiadoras, el personal de sanidad que como el resto estarán de guardia. Cada uno disfrutará de su compañero de noches en blanco más o menos obligadas y disfrutarán charlando a media voz en sus respectivos cuartillos del café. Nuestro trabajo habla de ellos, de la vida, de las cosas, habla del mundo, y le pone música al relato, lo dota de sabor literario. Mientras tanto los insomnes escritores nos tomamos un café a solas en nuestro cuarto y peleamos una noche más con el embozo de la sábana cada vez que se nos viene una historia, que valoramos merezca contar, a la cabeza. Pero ¿quien escribirá sobre nosotros? ¿quién valorará nuestras noches sin dormir? ¿quién sabrá valorar el que unas palabras te ronden la cabeza y no te dejen descansar?. Buenas noches queridos amigos escritores y disfruten de sus letras.

jueves, 13 de febrero de 2014

Un poema de amor a lo moderno



No me gusta la sensación de echarte de menos cuando te tengo cerca
Siento un vértigo inmenso ante ese agujero que se abre entre los dos
Parece tener un monstruo en sus entrañas
 espera a que caigamos, por fin, agotados, alguno, uno de los dos.
No me gusta la sensación de tenerte y no tenerte,
De estar encima, a un lado u a otro, y no estar
Parece que la noche es el lugar para perdernos,
entonces es justo cuando nos encontramos
el abismo disminuye, nos enlazamos.
Tú cabeza sobre mi pecho,
mis brazos abarcan tu cuerpo.
Ya no existe la distancia, el agujero negro.
Mañana, otra vez mañana se abrirá el hueco,
buscaremos un lugar remoto, nocturno, donde escondernos.
El día, el sol jugará a separarnos,
 a quitarnos el tiempo que podríamos regalarnos,
el día se llevará los abrazos, el momento.
A la noche, bajo la sombra de la luna,
escondidos tras el velo del universo,
le robaremos al día unas horas para querernos.
A las cuatro, siempre a las cuatro,
después de derramar palabras,
robamos un rincón al día en el que poder querernos.


martes, 4 de febrero de 2014

La nada

¿Cuánto tiempo permanecí en silencio, perdida, sin rumbo?
A mi pié sólo la nada, y la nada como compañía,
una niebla gris y vacía, dónde todo era nada más que nada.
¿ Cuánto tiempo jugué a ser capitana de un barco invisible?
¿Cuánto tiempo permanecí encerrada en una jaula sin paredes?
En mi vuelo fugaz sólo la nada, y más allá de la nada el vacío.
¿Cuánto tiempo nadé en un mar sin fondo?
¿Cuánto tiempo miré a un horizonte invisible?
Y allí en la lejanía sólo la nada y la nada era todo,
todo era nada y cada algo era una nada invisible, triste.
¿Cuánto tiempo permanecí en la nada?
Cuando la nada era la opción, la respuesta, el eco,
cuando la nada era el dolor que ya no duele, la calma del desesperado.
A su vez la nada era la espera , la esperanza .
Nada había y a nada me abrazaba.
¿Cuánto tiempo me perdí en la nada?
Cuando la nada fue el descanso, el desahogo.
Cuando la nada fue la opción, la única salida.
¿Cuánto tiempo permanecí en la niebla?
Cuando la niebla era la nada, y la nada era todo.