Siempre se espera a la muerte del poeta para vender sus versos
se espera a la despedida, y al vacío
al ya no ente, al ya no existente.
Siempre se espera a la muerte del poeta
para exprimir sus versos, sus letras.
Se espera al no estar del que esgrimió la pluma,
del que rayó el papel.
Da miedo el corazón de un poeta vivo,
gusta asomarse a sus escritos ya sin sombra,
sin concepto, sin explicación, sin sentido.
Gusta de vender el alma de poeta adormecido,
porque el alma perdura en su palabra,
cincelada a golpe de recuerdo, de sentimiento.
Gusta de repartir sus escritos,
una vez ya el verso en frío,
no esté coronado por la mente inquieta y sentida del poeta vivo.
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